Cada vez con más frecuencia, ya sea porque está de moda siendo una tendencia de marketing o porque detrás hay una auténtica convicción personal, recibimos impactos publicitarios con productos calificados de “eco-friendly”. Ahora bien, ¿qué es lo que implica exactamente este calificativo?
Hay muchas maneras de ser respetuoso con el medio ambiente.
Hasta hace una década, entender que un producto y/o servicio era respetuoso con su entorno se reducía a poco más que a que el proveedor contase con una política de gestión de los residuos que generaba en su producción o prestación. Después surgió la implantación de la economía circular y la reutilización en la producción de materiales reciclados. Hoy en día, ya no nos conformamos simplemente con no contaminar, sino que apostamos por conductas activas de lucha contra el cambio climático, por acciones de recuperación medioambiental. De esta manera, surgen iniciativas que animan a las empresas a medir la huella de carbono que generan con su actividad para luego intentar reducirla y, finalmente, ya que eliminarla en su totalidad es imposible, compensarla invirtiendo en proyectos de reforestación para que los árboles actúen como sumideros de carbono.
La cuestión medioambiental ha pasado de ser una preocupación a ser un compromiso, lo que requiere llevar a cabo acciones alineadas con el contenido de ese compromiso.
En los últimos tiempos, las acciones que manifiestan una convicción medioambiental cada vez son más patentes, y eso es así, no sólo en los sectores productivos de la sociedad, sino también en el ámbito de los consumidores y usuarios, en la ciudadanía en general.
Ahora bien, como mero ciudadano usuario de productos y servicios se me plantea una duda: ¿cómo discernir si un producto o servicio está alineado con nuestro modo de entender el respeto al medio ambiente? ¿podemos detectar de alguna forma el auténtico compromiso medioambiental que hay detrás de la etiqueta “eco-friendly”? Con la cantidad de operadores que intervienen en la cadena de producción de un producto, ¿cómo controlar que se han mantenidos los estándares medioambientales en todo momento?
Muchas veces nos fijamos sólo en que el producto esté fabricado con elementos reciclados o si es biodegradable, pero no nos damos cuenta de que en su distribución ha sido transportado en un barco de contenedores, uno de los medios de transporte más contaminantes del mundo. Otras veces el producto parece ser respetuoso con el medioambiente, pero viene empaquetado de forma contradictoria con una auténtica convicción medioambiental.
¿En qué elementos me fijo para considerar si un producto o servicio es “eco-friendly”?
Esta es mi lista de verificación medioambiental:
1º.- El proveedor mide su huella de carbono.
2º.- El proveedor tiene políticas de reducción de su huella de carbono.
3º.- El proveedor compensa la huella que no reduce.
4º.- El proveedor tiene su sede, genera empleo o invierte en el ámbito rural.
5º.- Es un producto de proximidad.
6º.- Se emplean materiales reciclados en la producción.
7º.- El producto es biodegradable.
8º.- El proveedor cuenta con un plan de gestión de residuos.
9º.- El embalaje del producto es coherente con la protección medioambiental.
10º.- El etiquetado y/o la web del proveedor ofrece información medioambiental detallada sobre el producto o servicio.
Ahora bien, el compromiso medioambiental no debe quedarse en el ámbito de nuestras relaciones con los operadores del mercado. Nosotros también debemos llevar un estilo de vida respetuosa con el medioambiente: elige bicicleta en vez de coche, compra productos en el comercio local, reduce el tiempo de la ducha y hazlo con agua templada, teletrabaja, sustituye las reuniones presenciales por videoconferencias, cambia los envases de plástico por los de cristal, utiliza bolsas de tela…. Ten en cuenta que todo suma y que los grandes resultados están compuestos de muchos pequeños cambios.