El impacto de la innovación tecnológica en el sector de las artes gráficas

Mis primeros contactos con las artes gráficas comenzaron desde niño. Hablando con un amigo, recordaba mis comienzos trabajando en verano en una imprenta para ahorrar dinero para mis viajes. Pasaba jornadas enteras encartando talonarios de recibos manualmente o viendo como mi padre componía palabras con aquellas minúsculas letras tipográficas. Fue desde ese momento que decidí que esa era mi pasión, aprendí composición, maquetación, me hice diseñador y me formé como impresor en máquinas offset de 2 y 4 tintas. Incluso llegué aprender solo por amor a las letras y los libros a componer con letras tipográficas e imprimir con máquinas de aspas más antiguas que yo.

Tener la oportunidad de cortar papel en una guillotina de 1900 o conservar una edición impresa de 1880 de Curros Enríquez ha sido todo un lujo para mí.

Esto me permitió vivir en primera persona los cambios producidos en el sector de las artes gráficas en los últimos 20 años. De estar una jornada completa en el cuarto oscuro para el revelado de fotolitos que se usaban para la impresión, pasamos al directo a plancha y, ahora, en el mundo digital, a las máquinas que imprimen, grapan o pegan y te dan el trabajo terminado. El trabajo de diseñador también ha experimentado una evolución. Así, lo que hoy se puede hacer con un móvil en una hora antes era una jornada de trabajo en el ordenador o incluso más.

Mi experiencia trabajando en este ámbito me ha permitido intercambiar impresiones con responsables de imprentas y diseñadores de diferentes partes del mundo que me han dado una visión global del sector y su transformación tecnológica. Todos coinciden en destacar el cambio en la manera de trabajar que ha generado la digitalización.

Sin embargo, aunque las nuevas tecnologías han acabado transformando los procedimientos tradicionales de trabajo, gran parte de los productos que el usuario demanda siguen siendo los mismos. Se siguen solicitando tarjetas de visita, sobres, folios o carpetas corporativas en soporte físico con material impreso. Ello evidencia que el usuario final todavía no es tan digital como queremos creer. Esto puede deberse a varios factores: edad, costumbre, acceso a una red de datos o simplemente comodidad.

Pongamos un ejemplo: el código QR. Es una tecnología que lleva más de 25 años en el mercado y, en algunos países, como China o Japón, ya la venían utilizando para casi todo, desde abrir puertas, hasta pagar con el móvil o sacar dinero de un cajero. En occidente, tras la pandemia, parece que le hemos encontrado encaje a esta tecnología en nuestro día a día. Escaneamos códigos QR para ver la carta de un restaurante, para encontrar información de un producto o servicio, hasta nuestro certificado de la vacuna de COVID lleva un código QR ¿Esto va a significar que los restaurantes van a digitalizar sus menús definitivamente? ¿Esta tecnología va a suponer el fin de la cartelería en material impreso? Parece que no…

Ahora bien, en los últimos años parece que algo está cambiando en la mentalidad del consumidor, especialmente en occidente. La digitalización y los avances tecnológicos han encontrado en la protección del medio ambiente un complemento que les permite conectar con una población cada vez más comprometido con un desarrollo sostenible. De esta manera, al elemento tecnológico, más frio y objetivo, se le añade una razón de ser, una intención, más allá del mero ahorro de costes: el compromiso con un desarrollo sostenible y socialmente responsable.

¿Recuerdas cómo tenías que cambiar todas tus tarjetas de visita cuando cambiabas de correo electrónico o de extensión de teléfono?, ¿o cuando te ascendían y cambiabas de puesto? El uso de tarjetas virtuales en el móvil (sean tarjetas de visita, tarjetas de empleado, carnés de socio o una tarjeta de fidelización) no sólo permite la actualización de estos datos fácilmente, sino que también permite otras funcionalidades, como enviar mensajes a tus contactos, empleados, socios o clientes, así como incorporar accesos directos a tus redes sociales, a la web corporativa, a tu tienda online o a tus políticas de responsabilidad social corporativa. Todo ello usando tecnología digital y un dispositivo, el teléfono móvil, que todo el mundo llevamos encima habitualmente y que nos mantiene conectados. Pero lo más importante es que, la reducción del uso de papel o la eliminación de procesos físicos para sustituirlos por un producto digital, no sólo supone un ahorro de costes cuantificable, sino que permite prestar el mismo servicio ofrecer al usuario final productos digitales alineados con su posicionamiento contra el cambio climático.

Con esta idea creamos tvisita.

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